viernes, 30 de enero de 2009

¿Me repite la pregunta?

Es curioso. Muchas veces, más de dos, y más de tres, me he encontrado con algún cliente que o bien es sordo, o no me cree, o directamente debe hablar otro idioma.
Resulta comica una conversación del tipo:

Cliente: Hola, tienes <nombre de artículo en venta aquí>?
Yo: No... se han agotado. Nos llegarán seguramente el jueves.
C: Ah! que pena... ¿Qué precio tiene? ¿Lo sabes?
Y: [señalando el maravilloso cartel con el precio] 10€.
C: Aja... ¿Y no te queda nada?
Y: No, no queda nada.
C: ¿Y cuando vienen?
Y: El jueves... seguramente [tengo un deja vu... esto ya lo he vivido]
C: De acuerdo, muchas gracias.

No es una exageración, esto pasa! Y cuanto más caro y técnico es el artículo, más veces se repiten las preguntas... Normalmente me hacen gracia estas cosas. En cuanto dejo al cliente me voy con un compañero a comentarselo y echar unas risas, pero también es verdad que cuando no estas en un día precisamente feliz y de color de rosa y el cliente es "especialmente" pesado puede llegar a ser molesto... momento en el cual el tono de tus respuestas empieza a ser más cortante y menos educado, jejeje.

En fín, cuando vayais a consultar algo con un vendedor escuchad lo que os dice, porque seguramente os esté contestando a lo que preguntéis.... aunque habrá de todo, claro!

miércoles, 21 de enero de 2009

Lo Que Hay Que Oir...

Ayer tuve la desgracia de presenciar una de las peores cosas que se pueden ver trabajando en el comercio. Un impresentable se vió con el derecho de llamar a una compañera mía una lindeza tal como "gilipollas". Sinceramente no sé cual fue el inicio del conflicto, pero tampoco me hace falta. En el hipotético caso de que ella se hubiera equivocado al hacer su trabajo (cosa que dudo, la conozco y sabe hacer perfectamente su trabajo) no hay equivocación tal que justifique que a una persona le falten al respeto de tal manera. Encima, el personaje se atrevió a decir en su reclamación que ella era una maleducada...
Vaya una sociedad nos ha tocado vivir en la que un impresentable amargado se cree con el poder de ir a una tienda e insultar a los trabajadores porque le venga en gana.

Por lo menos una mujer, a la que mi compañera atendió justo antes de encontrarse con este energumeno, vio toda la escena y fue corriendo a poner una sugerencia defendiendola.